25.4.10

Para mi canto
de grillo
sólo bastan
la noche clara
el rocío
y las estrellas.
Cuatro haikus


Jardín de otoño
palpitan en el verde
futuras flores.

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Rosado y verde
cascabel de la brisa
las azaleas.

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Ramas desnudas
mes de abril en el cielo
mañana tibia.

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Sólo unas hojas
danza breve en el árbol
aires de zamba.

Hay cierto aire
que ya no vuelve;
cargado de naranjos
silvestres,
de tierra recién llovida,
de domingo claro
con rumor de trenes.

Aire que envuelve
a la infancia
y enamorados
duermen juntos
bajo un árbol
de ciruelas.
Tejedora de raíces
en finos hilos devana
la tierra
esperanzas de flor
y de perfume.
Río

Por su lomo barroso
y ondulado
baja lenta
la canoa
hasta el remanso.

Siesta de sauces
y de remos quietos
y de flor hermosa
de mburucuyá.

Sobre las piedras
caminan
las hormigas.
Qué música
podrá decir el roce
minúsculo y fugaz
de los vaivenes.
Cabrá tal vez
en un violín,
en su nota más aguda
y cristalina?
O en una quena
de cardón y puna
sonando como el viento
entre los cerros?

Sobre las piedras
las hormigas.
Junto a mi oído
su música infinita.
Será el perfume
de la tierra nueva,
de las flores
en trenzadas galerías?
El liviano caminar
de las hormigas?
El vuelo de algún pájaro
huidizo?
Será este aire
rosado y tibio
que mudó en ritual
mis tardes en el patio...?
Al amparo del suelo
socavar terrones
y disolverme
en las raíces
frescas y serpenteantes
de un árbol.
Del álamo carolina
de Haroldo.
Niñez

Inconmensurable cuenco
donde conviven
y se agitan
presurosos fantasmas
raros sueños
la poesía.